Adorar a Dios y dejar que cada cual le adore a su manera; amar al prójimo, ilustrarle si uno puede y compadecer a los que se obstinan en el error; desdeñar como intrascendentes todas las cuestiones que no hubieran creado ningún trastorno si no se les hubiese concedido importancia: tal es mi religión, y vale tanto como todos vuestros sistemas y símbolos.